Aref Shamtan, de 73 abriles, eligió erigir una tienda de campaña cerca de su hogar diejado en el noroeste de Siria en emplazamiento de permanecer en un campamento de desplazamiento posteriormente del derrocamiento del gobernador Bashar al-Assad.
“Me siento adecuadamente aquí, incluso entre los escombros”, dijo Shamtan, tomando té en la tienda cerca de su campo.
Al regresar con su hijo posteriormente de que Al-Assad fue derribado en diciembre, Shamtan descubrió su pueblo de al-Hawash, situado en medio de tierras de cultivo en la provincia central de Hama, severamente dañado.
Su casa había perdido el techo y sufrió paredes agrietadas. Sin confiscación, “habitar en los escombros es mejor que habitar en los campamentos” cerca de la frontera turca, donde había residido desde que huyó del conflicto en 2011, explicó Shamtan.
Desde la caída de Al-Assad posteriormente de casi 14 abriles de disputa, la Ordenamiento Internacional de las Naciones Unidas para la Migración informa que 1,87 millones de sirios que eran refugiados en el extranjero o desplazados internamente han regresado a sus lugares de origen.
La OIM identifica la “desliz de oportunidades económicas y servicios esenciales” como el maduro desafío que enfrenta los retornados.
Incapaz de permitirse la reconstrucción, Shamtan decidió hace aproximadamente dos meses desentenderse el campamento con su grupo y sus jóvenes nietos, y ha comenzado a plantar trigo en su tierra.
Al-Hawash había estado bajo el control de Al-Assad y limitó la linde del frente con la vecina provincia de Idlib, que se convirtió en una fortaleza para los grupos de competición, particularmente Hayat Tahrir al-Sham, los combatientes de la competición que encabezaron la ataque que derribó al ex presidente.
“No podemos quedarnos en los campamentos”, sostuvo Shamtan, a pesar de que “la lugar está destruida … y la vida es inexistente”, carece de servicios e infraestructura fundamentales.
“Decidimos … habitar aquí hasta que las cosas mejoren. Estamos esperando que las organizaciones y el estado nos ayuden”, agregó. “La vida es dura”.
El funcionario almacén Abdel Ghafour al-Khatib, de 72 abriles, asimismo regresó posteriormente de escapar en 2019 con su esposa e hijos a un campamento cerca de la frontera.
“Solo quería presentarse a casa. Estaba encantado … Regresé y lanzé una carpa desgastada. Residir en mi pueblo es lo importante”, afirmó.
“Todos quieren regresar”, señaló. Sin confiscación, muchos no pueden satisfacer el transporte en un país donde el 90 por ciento de la población vive en la pobreza.
“No hay ausencia aquí: no hay escuelas, ni clínicas de vigor, sin agua ni electricidad”, dijo al-Khatib mientras estaba sentado en el suelo en su tienda cerca de lo que queda de su hogar.
El conflicto, que estalló en 2011 posteriormente de la colosal supresión de las protestas antigubernamentales de Al-Assad, mató a más de 500,000 personas y desplazó a la medio de la población de antaño de la disputa de Siria, ya sea internamente o en el extranjero, y muchos buscaban refugio en la provincia de Idlib.
Según la Ordenamiento Internacional de Migración, más de seis millones de personas permanecen desplazadas internamente.
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